Por Martiniano Arce
Afines del siglo XIX y principios del XX el fileteado (un arte pictórico emparentado con el tango) era protagonista de las calles de Buenos Aires. Cientos de carros verduleros y lecheros -y más tarde colectivos y camiones- inundaban la ciudad con figuras y refranes pintorescos que Jorge Luis Borges bautizó "costados sentenciosos".
Hoy uno de los más grandes herederos del oficio no se resigna a que este ornamento porteño exportado al mundo abandone su primer amor. Por eso se propuso filetear autos de todo tipo.
Martiniano Arce (63), más conocido como "El fileteador de Buenos Aires", Ciudadano Ilustre de la Ciudad desde 1997, tiene un gran sueño: "Que las marcas automotrices descubran un nuevo negocio, un auto fileteado, el auto del futuro, un vehículo bien argentino que nos represente en el mundo y despierte admiración en las calles".
Para muchos la idea puede resultar una locura y sin embargo este mítico artista que cuenta con un tango propio "Don Martiniano" y que es convocado por los países del primer mundo para difundir su arte, ya fileteó los automóviles más disímiles: desde un Citroën 3 CV hasta un Ford Mondeo y un minibus del Museo de La Haya, en Holanda. Aunque ya perdió la cuenta.
Y si bien se lamenta de no haber podido concretar su otro sueño ("filetearle un auto a Juan Manuel Fangio"), persigue este nuevo desafío y se justifica: "No sólo es arte sobre ruedas, sino que hasta es un tema de seguridad, porque el filete queda muy impregnado en la pintura, entonces casi nadie se animaría a robar un coche para tomarse el trabajo de volverlo a pintar".
A algunos sólo los decora ligeramente y a otros los colma de pájaros, dragones, flores y frases como "es preferible poner un pie en el freno y no los dos en el cajón", "lo mejor que hizo mi vieja es este pibe que maneja" o "De guita ando escaso pero de pinta me paso".
Su casa-atelier en San Telmo es un increíble refugio donde absolutamente todo está fileteado, desde el mate hasta la computadora. Pero reconoce que una de las tareas más difíciles es imprimir su arte en los autos modernos, "porque las innovadoras líneas requieren semanas de trabajo. Resolver y encontrar equilibrio entre la elegancia del auto nuevo y el filete es una obra revolucionaria", explica feliz.
"Hay que pintar en grande", era el consejo de su amigo, el célebre Antonio Berni. No hay dudas de que Martiniano lo cumple al pie de la letra.
Por: Marina Zucchi